Lunedì, 21 Febbraio 2011 14:46

Dificultades del diálogo con las religiones orientales (Michael Amaladoss)

Scritto da
Vota questo articolo
(0 Voti)

Todos hablan de la necesidad del diálogo y la colaboración, aún reconociendo las dificultades que lo hacen casi imposible. Estas dificultades parecen insuperables en el campo de la religión. A pesar de todo, la Iglesia reconoce y anima al diálogo interreligioso como una dimensión integral de la evangelización.

Dificultades del diálogo
con las religiones orientales

Michael Amaladoss

 

Con la creciente globalización en los sectores económicos y políticos y la rápida extensión de los medios de comunicación, uno se hace más sensible a los conflictos étnicos, culturales y religiosos que dividen a la gente. Todos hablan de la necesidad del diálogo y la colaboración, aún reconociendo las dificultades que lo hacen casi imposible. Estas dificultades parecen insuperables en el campo de la religión. A pesar de todo, la Iglesia reconoce y anima al diálogo interreligioso como una dimensión integral de la evangelización. Una mirada a los factores que hacen difícil el diálogo, nos ayudaría a cualquier intento de diálogo. En las siguientes reflexiones me fijo en la situación de la India, como un cristiano a quien en los últimos cuarenta años le sigue interesando el diálogo.

¿Por qué el diálogo?

La primera dificultad está en que la gente no siente la necesidad del diálogo. En una sociedad multirreligiosa, como la India, gente de diversas religiones han vivido juntas durante siglos. La sociedad india está dividida en grupos: las castas. Un estudio reciente ha identificado más de 4.000 grupos de castas en la India. Estos grupos o castas son endógamos y tienen su propia organización social y cultural. Puede haber relaciones rituales o laborales entre los diferentes grupos, pero la vida social se vive dentro del grupo, y por eso muchos grupos pueden vivir unos al lado de los otros. Cuando un grupo se convierte a otra religión, para todos los fines prácticos se convierte en otro grupo endógamo, como una casta. Si cumplen las obligaciones que tienen con otros grupos y viven dentro de ellos, no se les molesta, ni ellos molestan. Pueden vivir a su manera. Los grupos se relacionan entre sí en un orden jerárquico bien definido a su posición social. Cuando hay un conflicto por cualquier razón, éste debe ser atendido y la paz restaurada. Si no, cada grupo sigue en su propio mundo. El Cristianismo y el Islam también han aceptado este orden jerárquico. En una sociedad democrática, como la de hoy, tal orden jerárquico puede ser desafiado por la cuestión de igualdad de derechos y oportunidades. Puede haber movimiento de liberación e igualdad, pero esto no se experimentará como un problema religioso. La religión puede ser que no esté privatizada en un sentido personal, como en Europa, pero sí está privatizada en sentido de grupo. No tiene una presencia universal aun dentro del Hinduismo. No aparece la cuestión del diálogo. A cada grupo, su religión. Uno lo puede ver como una forma negativa de tolerancia. No se aceptan bien las conversiones precisamente porque la solidaridad del grupo sería interferida. Esta es también la razón por la que son difíciles las conversiones individuales. Es más fácil cuando todo el grupo pasa a la otra religión. Esta puede ser también la razón por la que los cristianos a menudo no ven la necesidad del diálogo. Con frecuencia se lamentan de que son ellos los que organizan las reuniones de diálogo, mientras que los miembros de otras religiones no toman esta iniciativa. Correlativamente a esta actitud, los miembros de otras religiones también se extrañan de que los cristianos estén interesados en el diálogo. A los cristianos les atribuyen que el querer convertir a otros a su religión son motivos ulteriores. Ven el diálogo como una manera más moderada pero más astuta de proclamar su religión. Por eso no están preparados para el diálogo. También ven que en sitios donde somos mayoría no nos interesa tanto el diálogo.

Desafortunadamente, los mismos cristianos dan razones suficientes para sospechar de sus motivos. Los recientes documentos de la Iglesia, como la encíclica de Juan Pablo II, Redemptoris Missio, el documento post-sinodal Ecclesia in Asia y el documento de la Congregación de la Doctrina de la Fe, Dominus Jesus, indican en términos claros que la conversión de todos al cristianismo es el principal fin de la Iglesia y que solamente donde las conversiones no son posibles, usa el diálogo. Y en vistas a la conversión, el fin último del diálogo es usarlo como un medio de proclamación. Si estos son los motivos de la Iglesia ‘oficial’ no es de extrañar que otros no estén interesados en el diálogo. Pueden resentirse de la condescendiente actitud de la Iglesia hacia ellos, considerándolos ignorantes, imperfectos, como medios inadecuados de salvación. Aunque reconoce la actividad del Espíritu en ellos, siempre los juzga desde fuera pretendiendo mirarlos ‘objetivamente’. En cuestiones de fe esta pretensión es casi insostenible. Además en la actitud de la Iglesia, que pretende ser superior, que tiene todo lo que se puede dar y que no tiene nada que aprender de otros, por tener la plenitud en todo, es una actitud que no ayuda al diálogo, que exige una cierta apertura mutua. Puede haber algunos individuos o grupos pequeños que no comparten estas perspectivas ‘oficiales’. Pero tienen que probarse a sí mismos cada vez y no se confía plenamente en ellos.

¿Está la Iglesia preparada para el diálogo?

Se pueden mencionar dos dificultades más por parte de la Iglesia en la India. La colaboración y el diálogo, por ejemplo, suponen que los distintos grupos religiosos tengan un lazo básico común como miembros de una comunidad nacional. Desafortunadamente todavía se nos considera como extranjeros. Nosotros mismos nos sentimos que no somos todavía una Iglesia realmente local. Se ha hablado mucho sobre la inculturación después del Concilio Vaticano II. Pero los intentos reales hacia la inculturación, no sólo están bloqueados, aún el liderazgo local no lo ve como una necesidad, sino como una decoración exterior. Socialmente la mayoría de nosotros vivimos como indios, pero tan pronto como salimos fuera del edificio de la iglesia, nuestro lenguaje, trajes, gestos y símbolos tienen el acento extranjero. Esta apariencia extranjera está impuesta como algo esencial para un encuentro divino-humano. Económicamente no vivimos de nuestros medios y por eso tenemos que depender de ayudas extranjeras. En cuanto a la administración, también dependemos de centros de poderes extranjeros. Durante el Sínodo de los Obispos de Asia, hubo algunas voces débiles pidiendo cierta autonomía, pero fueron ignoradas y silenciadas. Recientemente, cuando Juan Pablo II visitó la India, un grupo de hindúes dijeron que debiera haber ido bien como jefe de un estado o de una religión. Étnicamente somos indios, pero ¿somos también indios como cristianos? La mayoría de nuestras instituciones proveedoras de modernidad son identificadas como occidentales. Algunos de los grupos que se hacen cristianos lo hacen precisamente para pertenecer a un grupo que no tiene raíces indias sino que tiene lazos internacionales. A no ser que podamos quitar esta imagen extranjera, el diálogo seguirá siendo difícil. La gente puede seguir siendo tolerante y relacionarse con nosotros, pero como un pequeño grupo extranjero. En los países post-coloniales hay una búsqueda y aserción de la identidad nacional y cultural. En ese contexto, nuestra posición es ambigua, aún para .muchos de nosotros. Cuando no tenemos una identidad clara, el diálogo se hace un problema.

Recientemente ha crecido la oposición a la conversión. Gandhi representa a un grupo de hindúes que se declararán discípulos de Jesucristo, pero que no serán miembros de la Iglesia. La Iglesia reacciona vehementemente ante esta separación entre ella y Jesucristo, aunque la distinción no es totalmente sin base. No creo que la Iglesia se haya detenido nunca a preguntarse las razones por las que la gente, como Gandhi, hace tal distinción. Dejar una religión y pasarse a otra nunca es solamente un cambio de religión, es también y siempre un proceso social. Esto no quiere decir que esté mal como proceso social. Se puede tomar como un medio de protesta social, pero es bueno reconocerlo así y explorar sus consecuencias para las relaciones sociales. Hoy hemos empezado a decir que la conversión es un derecho humano, pero en Asia no hay derechos sin los correspondientes deberes y responsabilidades. El diálogo empieza ahí, cuando empezamos a entenderlo y explicarnos a nosotros mismos y a otros la legitimidad de tal proceso. Si hablamos de la necesidad de curar recuerdos y heridas históricas, entonces no podemos separar esta cuestión del recuerdo del colonialismo, cualquiera que sean las relaciones actuales entre la Iglesia y los colonizadores.

Pero más allá de tal sospecha de motivaciones, hay factores más profundos que hacen difícil el diálogo en sociedades multi-religiosas. Explicaré tres de ellas: identidad, fundamentalismo y comunalismo.

El problema de la identidad

La religión es el elemento más profundo de la identidad individual y de grupo. Como proveedora de respuestas a las últimas cuestiones, la religión toca los elementos más profundos de la identidad y comportamiento humano como la búsqueda de sentido, el ponerse una meta o la toma de una decisión. Aun gente que no practica su religión, tiene sus raíces en una tradición o sustituyen la religión por una ideología, que le provee un marco de última referencia.

La religión es también un elemento importante en la identidad del grupo. Cada individuo se socializa en el contacto con un grupo social. La familia juega un papel principal en esto. La comunidad religiosa viene muy cerca de la familia, de forma que la podemos llamar una extensión de la familia. La religión provee de rituales, como los del ciclo de la vida y los festivales, que son medios de integración social en la comunidad. Sudhir Kakar, un psicoanalista, explica:

El espacio interior ocupado por lo que comúnmente se llama el ‘yo’ -que lo he ido usando como sinónimo de ‘identidad’- no contiene solamente la representación mental de la vida corporal propia y de las primeras relaciones con la familia, sino que también contiene las representaciones mentales de sus propios grupos y sus culturas, es decir la configuración de las creencias del grupo sobre el hombre, la naturaleza y las relaciones sociales (incluyendo el reconocimiento del Otro)[1].

Cuando gente perteneciente a distintas religiones vive junta y socializa en el colegio, la calle, los mercados, en el lugar de trabajo, las razones para tal socialización son siempre limitadas. La principal socialización parece ser la familia y el grupo religioso. Los otros grupos son realmente ‘OTROS’ y diferentes. Los psicólogos sugieren que este sentido de identidad se desarrolla y se fija muy pronto en la niñez, hacia los tres o cuatro años. Porque si a menudo esto es inconsciente, es también fuerte. Sudhir Kakar sugiere:

En algún momento, pronto en la vida, como el ‘yo soy’ del niño que se hace precursor del nacimiento de la individualidad, también hay un complemento del ‘nosotros somos’ que anuncia el nacimiento de un sentido de comunidad. El ‘yo soy’ me diferencia de otros individuos. El ‘nosotros somos’ hace darme cuenta de otro grupo dominante (o grupos) compartiendo el espacio físico y cognoscitivo de mi comunidad... (La mera percepción de dos grupos diferentes es suficiente para disparar una evaluación positiva del propio grupo y otra negativa estereotipado del otro)[2].

Todos nosotros pertenecemos a diferentes grupos sociales en distintos contextos sociales y por distintos motivos. Normalmente podemos vivir sin conflictos. La tolerancia puede ser nada más que una actitud negativa de “vivir y dejar vivir”. Tal tolerancia es posible, pero los conflictos surgen cuando las relaciones entre distintos grupos entran de forma competitiva.

Fundamentalismo religioso

El término fundamentalismo tiene su origen en las regiones del sur de los Estados Unidos de América, cuando algunos grupos cristianos se sentían amenazados por las teorías científicas, como la evolución, por ser contrarias a las narraciones bíblicas, como las historias de la creación, ellas tendían a sostener lo que consideraban como lo ‘fundamental’ de su religión. Tales fundamentos incluían la interpretación literal de las narraciones bíblicas. Así pretendían construir un camino de vida fiel a la Biblia. Su apego a lo fundamental de su religión aumentaba tanto cuanto lo que la sociedad que la rodeaba se hacía más secular y aún agnóstica y hasta atea. La creciente influencia del comunismo ateo en el mundo, añadía leña a su fuego fundamentalista. Estos grupos cristianos fundamentalistas se están extendiendo hoy por todas partes y parece atraer a gente por la simplicidad de su credo y sus rituales de curación.

El fundamentalismo islámico tiene un origen similar. El fundamentalismo de alguien como el Ayatola Jomeni, del Irán, estaba alimentado por su fuerte oposición a ambos: la cultura secularizada de occidente, simbolizada en USA, y el comunismo ateo de la URSS. Tal apego sencillo a lo fundamental de su propia religión se hace más fuerte cuando uno atribuye su presente situación de impotencia económica y política, a una deslealtad a las órdenes de Dios, como se expresa en la Escritura. También existen grupos fundamentalistas en otras religiones.

Estos grupos fundamentalistas no sólo no aprecian el diálogo sino que lo ven como un signo de debilidad y falta de fe en lo que es fundamental para ellos. En general los fundamentalistas, a pesar de ser evangelistas agresivos, no son violentos, hasta que su fundamentalismo se politiza.

Hay también un fundamentalismo más suave por el que todo grupo religioso tiende a ser exclusivista en su camino privilegiado de salvación. Aún cuando reconocen la validez de otros grupos religiosos, tienden a creerse superiores a cualquier jerarquía, gracias a una especial revelación o a una experiencia más profunda. Las llamadas religiones proféticas, Judaísmo, Cristianismo o Islam son consideradas más intolerantes que las religiones místicas de oriente, como el Hinduismo y el Budismo. En cuanto al Cristianismo, él afirma no sólo que Cristo es único sino también que la Iglesia es el único camino de salvación. Nadie va a afirmar abiertamente hoy que no hay salvación fuera de la Iglesia, pero muchos aún insisten en que la Iglesia es necesaria para la salvación.

Porque aún los fundamentalistas moderados creen que su punto de vista del mundo representa el mundo como es realmente, atribuyen la ignorancia y aún la falsedad a los otros. Algunas religiones tratan de hacer proselitismo. Hay misioneros agresivos. Otros tienden a marginar a los que difieren de ellos. Incluso el Hinduismo, que se enorgullece de su tolerancia, se opuso activamente en el pasado al Budismo y al Jainismo. Y en el presente, se opone al Cristianismo y al Islam como religiones “extranjeras”. El proselitismo agresivo les puede llevar a reacciones de autodefensa de los otros grupos. El exclusivismo religioso hace brotar la ignorancia y el prejuicio hacia las otras religiones, aparte de otras actitudes negativas que les hace considerarías como falsas e inmorales, por supuesto desde su propio punto de vista. Sudhir Kakar explica este proceso de proyección:

Debido a tempranas dificultades para integrar representaciones contradictorias de sí mismo y los padres -el niño ‘bueno’, cariñoso y el ‘malo’, furioso; el bueno cuidador del padre y el malo, frustrante- el niño trata de negar las malas representaciones con su proyección. Primero hacia las cosas inanimadas y los animales, después a la gente y otros grupos -éstos a menudo disponibles hacia el niño como una preselección por el grupo - las malas representaciones desaprobadas, necesitan ciertas ‘reservas’. Estas reservas - Musulmanes para los Hindúes, Árabes para los Judíos, Tibetanos para los Chinos y viceversa-son también convenientes depositarios para las subsiguientes rabias y sentimientos de odio, que no tienen otra salida, ya que la mayoría de las ‘malas representaciones’ surgen de la desaprobación social de la ‘animalidad’ del niño, expresadas en su agresividad, suciedad y sexualidad indisciplinado, es sobre todo esta animalidad lo que una moral civilizada debe desaprobar y colocar en el grupo de reservas [3].

Comunalismo religioso

Comunalismo es una palabra especial que se usa mucho en la India pero que se encuentra en los diccionarios de inglés. De un grupo se dice que es comunalista cuando les parece que comparten los mismos intereses económicos y políticos, porque pertenecen a la misma religión, casta y grupo lingüístico. Aquí, por supuesto, estamos hablando de un comunalismo religioso. El poder que une su identidad religiosa, por su fuerza y poder integrativo, se usa con frecuencia como base del poder del grupo en situaciones de conflicto social. En la Iglesia primitiva por ejemplo, a los emperadores les interesaba más combatir las herejías y mantener la unidad religiosa que a los mismos Obispos. Cuando hay una crisis económica en la sociedad, hay una competición, debida a los escasos recursos como puestos de trabajo y otras oportunidades económicas entre la clase media. Al mismo tiempo la identidad, de la clase da lugar a otras identidades grupales como castas, grupos étnicos o religiones. Esto es así cuando una comunidad particular parece ser más próspera por la razón que sea. Los dirigentes de la clase media excitan a los pobres en nombre de la casta, lo étnico o la religión, a destruir y controlar lo económico del grupo próspero. Puede ser también algo de hacer víctimas cuando la ira de los pobres se dirige a otra comunidad instigada por los ricos, mientras éstos siguen explotando a esos mismos pobres de una manera abierta o solapada. Igualmente, en una situación de crisis política, la casta, lo étnico y la religión pueden ser la base para buscar poder y dominación. La comunidad mayoritaria hace valer su poder. Las minoritarias buscan defenderse. Los analistas han señalado que los motines públicos ocurren casi siempre en países democráticos, donde diferentes grupos juegan para el poder político. Esto no se ve en regímenes coloniales o autoritarios. A veces estos motivos los utiliza el Estado para centralizar o aumentar su propia autoridad.

En países como la India siempre se dice que el comunalismo mayoritario es una respuesta al minoritario. Es también un fenómeno extraño que un grupo de gente que son mayoría en un país como la India o Sri Lanka se sientan minoría cuando se ven en una perspectiva global. Los hindúes tamiles son minoría en Sri Lanka, pero mayoría en el mundo, si se cuentan los de lengua Talmil que hay en India y Singapur y otros países. Lo mismo pasa con la mayoría de los hindúes de la India, que se sienten minoría comparándose con los cristianos del mundo. Esta autopercepción va con la hipótesis de que en un momento de crisis, la minoría local será ayudada económica y políticamente por la mayoría de fuera del país. Esto tampoco está exento de cierto miedo si miramos las guerras y juegos políticos jugados por algunos países en el mundo de hoy, aunque las motivaciones ocultas son económicas y políticas.

Memoria histórica

Independientemente de todas estas dificultades ideológicas y teológicas están los recuerdos dolorosos. En la India, hoy el conflicto interreligioso es quizá más común que el diálogo interreligioso. Todo conflicto se convierte en violencia y la gente pierde vidas y propiedades. En toda familia habrá la pérdida de un padre, un marido, un hijo, un hermano, una madre, hermana, etc. A lo mejor con la casa quemada y sus propiedades y negocios destruidos. Estos acontecimientos dejan recuerdos traumáticos. La sensación de pérdidas y amargura se arrastra durante muchas generaciones, aunque no siempre se demuestra. Es muy difícil hablar a esta gente de diálogo. Están más preparados para la venganza. También han perdido el sentido de confianza en la comunidad. Durante el conflicto, a menudo las fuerzas del orden están a favor de la mayoría hindú. A los culpables ni se les detiene ni se les castiga.

En años recientes, en algunas zonas de clase media, hindúes y musulmanes han empezado a vivir juntos como vecinos. A menudo se ha notado que las masas violentas y destructivas son de otras áreas. Son profesionales que venden sus habilidades de destrucción. Durante una revuelta estos violentos se les lleva a las casas de las víctimas por algunos de la misma localidad que desean instalarse allí o que han puesto el ojo en alguna propiedad. Esto da una sensación de traición que hace difícil confiar en alguien del ‘otro lado’. También se ven obligados a mudarse a otro sitio donde vive ‘su gente’ para más seguridad y defensa propia. Esto conduce a la ghetización de la comunidad. En estos casos, el diálogo lo ven como solución al conflicto y a la curación de las heridas. La resolución del conflicto debe estar basada en la justicia; y la sanación de los recuerdos debe ser llevada por rituales de reconciliación, pidiendo y dando perdón. Pero esto pasa raramente, por eso el conflicto continúa y cualquier forma de diálogo es imposible.

Vivir en una sociedad multirreligiosa

Un diálogo auténtico también puede bloquearse porque nuestras ideologías para vivir en unas sociedades multirreligiosas no son adecuadas. Por ejemplo, ahora nos enfrentamos con tres ideologías distintas en el país. Por una parte, tenemos los secularistas que buscan privatizar la religión y construir una comunidad cuya base serán los principios científicos modernos. Por otra parte, tenemos a los promotores del Hindutva, que buscan construir la unidad del país pidiendo a cada uno que se identifique con la cultura nacional india, que se interpreta como enraizada en el Hinduismo. Los conflictos religiosos demuestran que el secularismo ha fracasado. En cualquier caso hoy nos damos cuenta de que sólo es una ideología entre otras. La ideología de los Hindutva es querer imponer la cultura religiosa, de la mayoría a las minorías. Hoy muchos en la India están de acuerdo en que debemos avanzar y descubrir un nuevo modelo de integración nacional. El aparato del Estado como tal, debería ser neutral en lo que se refiere a las religiones y no favorecer a ninguna de ellas, pero a nivel social debemos conscientemente construir una sociedad multirreligiosa, en la cual cada una de las comunidades religiosas es reconocida, aceptada y respetada y tiene una oportunidad para colaborar en la construcción de una comunidad nacional. Cada comunidad religiosa vivirá su identidad, pero podrá contribuir, por la conversación y el consenso, al resurgir de los comunes valores humanos y éticos/espirituales que guían la vida en la comunidad. Tenemos que desarrollar una nueva clase de orden democrático en el que los números no sean lo importante y una mayoría no imponga su voluntad a las minorías. Este nuevo orden deberá respetar la diversidad y la participación y permitir a cada grupo contribuir con sus riquezas al bien de todos. Se tendrá que mover a través del consenso más que a través de la dominación de la mayoría. Consenso no quiere decir ignorar el desacuerdo o aún el conflicto, pero supone el deseo y los caminos necesarios para superarlos de manera aceptable.

Creo que deberíamos preferir la última de las tres ideologías anteriores. Pero por el momento, la Iglesia está más ocupada en defender sus derechos especiales como grupo minoritario que tratar de construir una sociedad democrática multirreligiosa. El diálogo interreligioso que promueve es puramente a nivel religioso y esto también entre las elites. Pero la religión es para la vida. Cualquier diálogo religioso es relevante y tiene sentido en el contexto de defender y promover los valores humanos y espirituales en vista a construir una comunidad multirreligiosa. El diálogo interreligioso debe conducir a una acción política. La tendencia de la Iglesia como una comunidad minoría es autodefensiva, evitando cualquier cosa que sea política. A su deseo de un diálogo interreligioso le falta un contexto político relevante y con sentido. Aunque hable de un diálogo de salvación, la salvación que promueve es del otro mundo.

La última dificultad que quería señalar es la falta de personal preparado para el diálogo. Por lo menos en lo que se refiere a nuestro diálogo con el Hinduismo. No se trata de una tradición religiosa completamente extraña para mí. Es la religión de mis antepasados. Tengo mis raíces espirituales en ella. Aunque he sentido la llamada de Jesús para ser su discípulo, no necesito renunciar a nada de lo que poseo de la tradición hindú. Si no hubiera dialogado dentro de mí con mi pasado y llegar a ser un Hindú-Cristiano, no hubiera sido capaz de encontrar al Hindú frente a mí. No tengo que hablar del Hinduismo. Pero siento que no es extraño a mí. Aunque si mis antepasados no fueran hindúes, la manifestación de Dios en cualquier religión nunca es algo extraño para mí. Muchos no tienen esta humildad y apertura.

Conclusión

Creo que las dificultades son ampliamente de cuatro categorías. Hay tensiones en cualquier sociedad multirreligiosa y tenemos que mirarlas con mucho cuidado. Tenemos una historia de misión agresiva detrás de nosotros que los otros no olvidan fácilmente, aunque lo deseamos. Todas las religiones tienden a ser por lo menos un poco fundamentalistas y exclusivas. Finalmente, no estamos todavía demasiado seguros de lo que deseamos con el diálogo.

 

[1] Sudhir Kakar, The Colours of Víolence, New Delhi, Viking, 1995, p. 242.

[2] S. Kakar, The Colours of Violence, p. 242-243.

[3] S. Kakar, The Colours of Violence, p, 243-244.

Letto 3243 volte
Fausto Ferrari

Religioso Marista
Area Formazione ed Area Ecumene; Rubriche Dialoghi, Conoscere l'Ebraismo, Schegge, Input

Search